El sistema digestivo presenta organizaciones muy diversas tanto en los animales invertebrados como en los vertebrados. Sin embargo, el aparato digestivo de los vertebrados es, en general, un tubo hueco que recorre el organismo en dirección longitudinal, abierto en sus extremos, la boca y el ano. Aunque hay profundas diferencias dependiendo del tipo de dieta que tienen los diferentes grupos de animales, no sólo morfológicas sino también fisiológicas, vamos a describir una estructura general refiriéndonos principalmente a los mamíferos de dieta omnívora.
En el aparato digestivo pueden distinguirse las siguientes partes: zona cefálica, zona del tronco y las grandes glándulas anexas: hígado y páncreas (Figura 1).

La zona cefálica está formada por la cavidad bucal, provista de dientes, glándulas salivales y lengua, y por la faringe, la cual comunica con el sistema respiratorio y en cuya entrada se encuentran las amígdalas como órganos de defensa inmunitaria. La cavidad bucal y la nasal se encuentran separadas en vertebrados terrestres por el paladar, excepto a nivel de faringe. Tanto el paladar anterior duro como el posterior blando están revestidos por el mismo epitelio que la cavidad bucal: epitelio estratificado plano. La parte cefálica presenta una organización más irregular y variable que el resto del tubo digestivo. La función de la zona cefálica es la digestión mecánica, adición de enzimas degradativas como las amilasas, la deglución, así como la percepción del sabor.
La parte del sistema digestivo del tronco comprende al esófago, estómago e intestino (delgado, grueso y conducto anal o recto). Los alimentos ingeridos pasan a través del esófago hacia el estómago donde comienza su digestión por la actividad de enzimas digestivas. En el intestino delgado continúa la degradación química de los alimentos, y se produce además la absorción de agua y los nutrientes a través de su epitelio hacia los vasos sanguíneos y linfáticos. Finalmente en el intestino grueso se acumulan las sustancias de deshecho que son expulsadas de manera controlada a través del conducto anal.







La organización histológica del esófago, estómago e intestinos es similar, y está formada por cuatro capas (Figura 2). La más interna es la mucosa, que consta de un epitelio que reviste el interior del tubo y que presenta variaciones morfológicas a lo largo del tubo digestivo relacionadas con su función conductora, secretora o de absorción. Independientemente de estas variaciones del epitelio, siempre descansa sobre una lámina basal. Debajo de la lámina basal se encuentra el otro componente de la mucosa: la lámina propia o corion, que es un armazón de tejido conjuntivo laxo, muy irrigado y con gran cantidad de células de defensa como son los macrófagos, células plasmáticas, linfocitos, etcétera. En zona más interna de la mucosa hay una capa de músculo liso llamada muscular de la mucosa, que permite los movimientos de la mucosa.

A continuación de la muscular de la mucosa se encuentra la capa de la submucosa, que consta de tejido conjuntivo denso irregular que contiene glándulas exocrinas, también llamadas glándulas submucosas exocrinas. Esta capa está igualmente muy irrigada por vasos sanguíneos y presenta además una gran inervación nerviosa a cargo del plexo de Meissner, el cual controla la motilidad de la mucosa y la secreción de las glándulas.
La capa muscular se encuentra a continuación de la submucosa. Está formada por músculo liso, excepto en la porción inicial del esófago donde presenta fibras musculares estriadas. La capa muscular se organiza en dos subcapas, una circular interna y otra longitudinal externa, denominadas así por la orientanción de las células musculares. Entre ambas se localiza un plexo nervioso neurovegetativo, el plexo de Auerbach, el cual controla el movimiento muscular permitiendo las contracciones peristálticas a lo largo del tubo digestivo.
La capa más interna del digestivo es la serosa o adventicia. Está formada por conjuntivo laxo con gran cantidad de células adiposas y establece el límite entre el tubo digestivo y las cavidades celómicas, uniéndose por su parte dorsal al mesenterio.
El sistema digestivo presenta organizaciones muy diversas tanto en los animales invertebrados como en los vertebrados. Sin embargo, el aparato digestivo de los vertebrados es, en general, un tubo hueco que recorre el organismo en dirección longitudinal, abierto en sus extremos, la boca y el ano. Aunque hay profundas diferencias dependiendo del tipo de dieta que tienen los diferentes grupos de animales, no sólo morfológicas sino también fisiológicas, vamos a describir una estructura general refiriéndonos principalmente a los mamíferos de dieta omnívora.
Dos grandes glándulas compuestas, el hígado y el páncreas, liberan su contenido al interior del tubo digestivo. Ambas vierten al mismo conducto, el colédoco, que desemboca en el intestino delgado. El hígado secreta la bilis, que contiene, entre otros, los ácidos biliares necesarios para la absorción de las grasas. El páncreas secreta de manera exocrina enzimas digestivas que ayudan a la digestión. Ambas glándulas poseen también una función endocrina, liberando sustancias a la sangre, pero mientras que en el hígado es el propio hepatocito el que realiza tanto la función exocrina como endocrina, en el páncreas la función endocrina se localiza en lugares diferentes denominados islotes de Langerhans.